Herbarium (1984)

(Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1984).
Este conjunto de fotografías, concebido como parodia de los trabajos ya clásicos de Karl Blossfeldt (1865-1932), nos presenta un herbario imaginario. Lo componen pseudoplantas generadas a base de detritus industriales y componentes orgánicos de diversa procedencia, la combinación de los cuales, aparentemente, no queda alejada de la morfología fantasiosa de un Gaudi o un Dalí. Joan Fontcuberta ha jugado a ser un dios que recrease de nuevo las especies en consonancia con un mundo degradado; o a ser un diseñador genético que, con dotes premonitorias, lanzase la colección primavera-verano de plantas para después de la debacle nuclear. Las fotografías de Fontcuberta tienden a confundir lo natural con lo artificial, lo auténtico con lo falso, la realidad con la ficción. Y que esta síntesis se produzca paradójicamente con un medio asumido históricamente como veraz significa pervertir el principal carisma de la fotografía: el realismo.

 
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